FAUST (erwachend).—¿Bin ich dem abermals betrogen?…

(GOETHE.—Fausto.)

FAUSTO

Despertando.

¿Qué es esto? ¿Engañado otra vez? ¿Ha sido todo un sueño? ¿No he visto yo al diablo? Y todo lo demás… ¡Válgame Dios qué cosas he soñado!… ¿Y Margarita, mi Gretchen?… ¿Sueño también? ¿Fué verdad lo que soñaba,

«porque todo se acabó

y esto sólo no se acaba?»

¿Amé? ¿Amo á Gretchen? ¡Ay… no!… Amo el amor. Amo la sombra de la noche. Todo sueño… Luego no he vendido el alma al diablo… Luego soy libre… ¡Oh!… qué… ¿felicidad? ¡No! Estoy como estaba. ¿Por qué no me alegro? Soy libre. Sí; mas ¿para qué? Vuelta á empezar… Ah, Filosofía, Jurisprudencia y Medicina, y, ¡por mi desgracia!, Teología. Todo lo he profundizado… etc., etc., etc. En fin, lo que ustedes saben por Goethe, ó, á lo menos, por la ópera de Gounod… Estamos frescos. ¡Otra vez en el mundo! ¡Y cómo está el mundo! ¡Qué de filosofías nuevas ó renovadas; es decir, las nubes de antaño, que vuelven con nueva electricidad!… ¡Oh, angustia del pensar!… ¡Náuseas de silogismo, introspección, neurastenia!… Felices los necios pseudofilósofos, que aseguran que no se puede saber nada del fondo de las cosas… y se llaman sabios; ellos, á lo menos, descansan sobre sus fórmulas y nomenclaturas; sobre sus hipótesis y relativismos como sobre almohada de lana de los carneros de Panurgo… Ya saben lo que sabía el diablo, aquel Mefistófeles con quien yo soñé, que decía…

MEFISTÓFELES

Hablando desde un fonógrafo que hay sobre la mesa.

No poseo la omnisciencia, pero sé muchas cosas.

FAUSTO

Incorporándose asustado.

¡Oh! ¿Qué es esto? ¡Otra vez!… Alucinación… Sueño repetido… Idea fija…

MEFISTÓFELES

En el fonógrafo.

No sabes si sueñas ó no; no puedes distinguir la realidad del ensueño… Á eso ha llegado la ciencia humana, á no saber si duerme ó está en vela… ¡Ja, ja, ja!

FAUSTO

Esa carcajada… Yo la he oído otras veces… Sí… ¿Dónde?…

MEFISTÓFELES

En la ópera, en la serenata de Mefistófeles… Á ver, acaba. ¿Es verdad que estoy yo aquí, ó no?

FAUSTO

No sé… No sé…

MEFISTÓFELES

Pregunta á Kant…

FAUSTO

No sabe…

MEFISTÓFELES

Pregunta á Spencer…

FAUSTO

¡Psche!… Ése sabe demasiado. Dice que está seguro de que una realidad está ante él…

MEFISTÓFELES

¿Y no es ésa la última moda?

FAUSTO

Mira, estos metafísicos novísimos

Señalando una revista.

le prueban á Spencer que de lo que está seguro es de que ve la realidad como cosa segura… pero de que lo sea, no.

MEFISTÓFELES

De modo, que no podemos entendernos; ¿no puedes responder de que yo te hablo en efecto?

FAUSTO

No sé si puedo ó no puedo responder.

MEFISTÓFELES

Ni eso. ¡Oh, ciencia humana!

FAUSTO

No hay otra, y á lo menos es leal.

MEFISTÓFELES

Oye, deja los metafísicos; toma esa otra revista, lee ese artículo científico, no filosófico; su autor sabe las cosas como el diablo, relativamente. Mira lo que dice: que “la vigilia se distingue del sueño en que durante el sueño no tenemos conciencia, soslayada del resto del universo, y en la vigilia acompaña á la conciencia del objeto particular de la atención la de sus relaciones con los demás”… Reflexiona… ¿Qué ves?

FAUSTO

¡Oh, sí! Me acompaña la conciencia de los demás en relación discreta, no continua; veo en mí fenómenos de conciencia concomitantes… Pero la prueba no me parece segura.

MEFISTÓFELES

Otra cosa. ¿Quién soy yo?

FAUSTO

El diablo.

MEFISTÓFELES

¿Crees en el diablo?

FAUSTO

No.

MEFISTÓFELES

Pues cree… quia absurdum.

FAUSTO

Supongamos que está ahí…

MEFISTÓFELES

Ésa es la fija. Todo para ahí. Querer es reconocer; ya lo dicen nuestros filósofos de ahora…

FAUSTO

Pero como pueden equivocarse…

MEFISTÓFELES

¿Vuelta á empezar? No le des vueltas; cree, mientras nos entendemos. Primero es vivir, después, filosofar. Vengo á un negocio; cuestión de derecho; un contrato; y estas cosas serias necesitan una metafísica positiva; sin fas no hay jus. Aunque me esté mal el decirlo, sin Dios no hay justicia. Ten fe hasta que firmes.

FAUSTO

¿De qué se trata, de venderte el alma? ¡Pero entonces esto es una idea fija! Deliro…

MEFISTÓFELES

No, no te asustes. Ahora no es eso. ¡Infeliz, qué más quisieras tú que poder vender el alma! Señal de que creías en ella. Pero como eres honrado… por herencia, por evolución ¿á que no te atreves á vender lo que no sabes si tienes ó no tienes?

FAUSTO

¿Qué quieres entonces?

MEFISTÓFELES

Otra cosa, Fausto ¿qué preferirías, saber ó gozar?

FAUSTO

Saber. Ahora saber. Verdad ó sueño, lo que nos pasó la otra vez me tiene escarmentado. Estoy convencido de ello; en el fondo de lo que soy, que no sé lo que es, sé que hay orgullo. Mi orgullo rechaza el gozar empírico, la vida de fenómeno en fenómeno, carrera eterna; sensación sin fin, á través de lo inagotable… ¡Infierno de cansancio y de hastío y de humillación! ¡Lo infinito paso á paso! Oh, no; tanto vale lo mucho como lo poco: sólo vale el todo. Quiero lo absoluto. Lo absoluto ó nada. No quiero sentir, sin saber por qué, ni para qué. Quiero ver si el gozar es una puerilidad indigna de mí. La verdad me dirá lo que me conviene. Antes de tener la absoluta verdad no puedo racionalmente saber lo que es preferible. Luego es preferible, para escoger la verdad. ¿Por qué te ríes, Mefistófeles?

MEFISTÓFELES

Lo sabrás cuando sepas la verdad absoluta. He aquí el contrato: aunque la psicología moderna no admite esos símbolos clásicos é inocentes que ponen el sentimiento en el corazón y la inteligencia en el cerebro, tú y yo, como hacen los juristas, usaremos un lenguaje metafórico y atrasado.

FAUSTO

Explícate.

MEFISTÓFELES

Por arte del diablo, mía, tendrás en la cabeza la ciencia y en el corazón el sentir, si prefieres gozar, amar, tu cerebro irá perdiendo vigor, y pasará toda la vida al corazón… Si prefieres, como dices, ante todo, saber la verdad, la absoluta verdad, en tu cerebro irá entrando la clarividencia, la conciencia te dirá el último íntimo secreto de la realidad…, pero el corazón, que irá dando jugo al cerebro para que vea claro, se te irá secando; se pondrá como una piedra. Al fin, no sentirás, no amarás. Escoge.

FAUSTO

Ya lo he dicho.

MEFISTÓFELES

Pues dicho… y hecho. Comienza el encanto. Perdona si el aparato de la brujería es el de siempre: decoraciones gastadas de comedia de magia muy repetida. El infierno es viejo, antiguo régimen; seguimos empleando el aceite hirviendo, sapos y culebras, murciélagos, ratas, vestiglos… Por eso las pesadillas siguen siendo como en la Edad Media. Ya no me oye… medita… sueña… ¡Demontre, qué olvido! No le he obligado á firmar antes… ¿Firmará después?… ¡Ja, ja, ja! ¡Vaya una equivocación! ¿Pues no he creído que era yo el Mefistófeles de la Ópera?

Firmar ¿para qué? El contrato lo perfeccionará la fuerza de las cosas… Con hacer lo que quiso, ya ha hecho lo que en vano querrá después deshacer…

FAUSTO

Volviendo en sí.

¡Oh luz! ¡Oh luz! Todo claro… Todo evidente… ¡Qué de mundos da la idea! ¡Qué procesión, qué sacra teoría de sistemas… los sistemas filosóficos de miles de millones de sistemas solares… Y todo sin fatiga, sin hastío; todo preparado por todo… ni un pensamiento inútil. ¡Santa Armonía! Y por fin… la verdad, el principio, la regla absoluta… ¡Ya lo sé todo! Y en el todo ¡qué sencillez! ¡Sacrosanta cenidad sencilla, humilde! ¿Cuál será el secreto del universo? ¿Una novedad? ¡No! Hasta los cursis lo habían dicho. Mefistófeles, ¿no lo sabes? No; tú, por alambicado y retorcido y relativista no lo sabrás. El secreto de la realidad, el fondo del ser, el primer móvil es el amor. Amar, sentir, eso es todo. La ciencia absoluta nos dice eso nada más: sentid, amad… Á ver, el corazón, Mefistófeles, ¡venga el corazón! ¡Me lo has robado, venga; no ha habido pacto; yo no he firmado nada! ¡Mi corazón!…

MEFISTÓFELES

Ahí lo tienes, entre pecho y espalda.

FAUSTO

¡Ah, sí, aquí está! ¡Una piedra!

MEFISTÓFELES

¿Qué importa? Ya lo sabes todo; hasta sabes por qué antes yo me reía.