“TROVADORES Y TROVAS,”

Y SOBRE SU AUTOR

No en este poeta de esos baladistas de liras perezosas, de esos eternos rimadores de las eternas novelas de amor, largas y pálidas, ni de esos cantores del odio, ridículos y falsos, ni de esos trovadores de sus vicios que manchan el ala de los versos. Adivino en este poeta, un gentil poeta primaveral, un frívolo poeta del amor frívolo, coronada la frente con las dulces rosas de Meleagro, y perfumados los labios con el viejo vino lírico del viejo Anacreonte. Pero si de Anacreonte y de Meleagro tiene la sensualidad, el refinamiento, el amor á la canción frágil y alada, esa perla del arte, no es repetidor servil de ningún viejo hacedor de rimas. Este es un poeta exótico entre los poetas de su país: por la inspiración, que es original, y por la extraña manera de sus versos, labrados al capricho de su musa rebelde, como fúlgidas joyas florentinas.

Pues bien, este poeta encantador, este noble prosista, ha publicado un libro muy bello. Trovadores y Trovas se titula el libro. Y el libro es una antología de poetas y de versos.

A. Fernández García.

Trovadores y Trovas como indica su título, está dividido en dos partes, constituyendo la primera una serie de artículos crítico-biográficos en que el autor estudia y aplaude á sus bardos predilectos, y siendo la segunda joyero de vibrantes y exquisitas rimas, reveladoras de un verdadero poeta, inspirado y refinadísimo.

Prosa y verso, todo en el libro del señor Blanco Fombona es pulcro y cincelado, en todo se ve la obra de un gran temperamento artístico, de factura modernista.

(El Fígaro.—Habana.)

New York: 27 de febrero de 1899.

Al señor Luis Berisso.

En Buenos Aires.

Señor y amigo distinguido:

Unidos de la mano traigo á usted dos artistas excelsos: César Zumeta y Rufino Blanco Fombona: el artista cincelador y el artista cincelado. Apolo en un camafeo de Dioscódoro.

La prosa tersa, impecable, del primero; su frase alta y serena, de ondulaciones tenues, como un mármol de Amariarna; mórbida sin flacideces; seria siempre como un hijo de dioses, arrancado á los flancos de una estatua, le ha dado puésto eminente en nuestra América toda; y lo tiene—cosa rara—muy alto en su patria misma.

Cuando usted lea esta carta, habrá ya saciado sus ojos en el joyel maravilloso con que Blanco Fombona, acaba de enriquecer el arte y de desesperar la envidia: Trovadores y Trovas.

Extraña, triste y prodigiosa flor de nuestra raza, este trovador delicado y bravío, este artista refinado y hosco, ha sido delineado, esculpido, grabado, por el cincel maravilloso del artífice amigo.

Y, es este medallón, que tiene por el carácter tosquedades de anaglifo, y tiene por la pureza de las líneas, relieves de algún cáliz de Cellini, el que envío á usted, hermano generoso de los poetas, alma gemela de los artistas, cultivador y propagador del arte y de lo bello en esa región feliz, para que sea por sus manos—si usted lo quiere así—que vea la luz del Plata, este poeta extraño, burilado por este extraño prosador.

El retrato del Cantelmo, pintado por de Vinci: la obseción de d’Anunzzio, la flor noble y vivaz de una raza, cerca á la cual queda bien el Care adsum, eso es el poeta soberbio, el soñador desdeñoso, cuya efigie le acompaño.

Y me retiro estrechando á usted la mano.

Amigo suyo.

J. M. Vargas Vila.

(De la Revue Ilustree du Rio de la Plata.)

Color y música en la forma, predominando los colores frescos y las melodías; en la arquitectura de la frase, el denuncio de la influencia montalvina; en la idea, el romanticismo heroico, toda la generosa prodigalidad de la juventud Americana: el culto al joven dios de la lucha; la caballería andante por la justicia para los pueblos y para los miserables; y allá en lo íntimo, la voluptuosidad aristocrática del sensualismo pagano, y esa otra voluptuosidad moderna del culto á la tristeza y al dolor: Trovadores y Trovas es renuevo robusto de esa planta extraña que, trasplantada á nuestro suelo y cultivada sabiamente, promete dar bajo el cielo de América desconocidas y opulentas floraciones.

S. Key Ayala.

Como incrustaciones de finísimas joyas, de encendido esmalte, lucen sus originales trovas en torno del opulento cuadro en donde, con abundante y bruñida prosa de diáfano estilo, se ponen de relieve, en bustos áureos, los trovadores favoritos del trovador del Avila.

¡Qué impolutas estrofas, como sartas de perlas, las de cada trova ondulosa y cristalina! ¡Qué verso el suyo, estrella ó flor con alas, de suave aroma cuando lirio, de intensa luz cuando estrella, todo poesía y sin ajeno aliño!

Fed. Henríquez y Carvajal.

(Santo Domingo.—Letras y Ciencias.)

Para la tribuna no es su prosa sino para el encanto del alma en las páginas del libro.

La musa de Fombona es dama de viso, lleva turbante vaporoso, anda como sobre el éter y tiene carnes rosadamente voluptuosas. Su beso no quema pero adormece; su presencia no destroza pero cosquillea como con vellones de plumas.

Gerónimo Maldonado, h.

Circula en todas ellas, (las poesías), savia de novedad; la inspiración tiene vuelos osados, el ritmo flexibilidades de junco y sonoridades sinfónicas; hay en la rima color y consistencia de rica pedrería; las imágenes visten velo de novia ó clámides de damasco antiguo, y las ideas despiden resplandor astral.

Andrés A. Mata.

A pesar de ser yo opuesto á la mezcla de verso y prosa en un mismo libro,—quizá por una preocupación infundada,—no dejo de reconocer que en este caso la dualidad de la obra tiene la ventaja de exhibir plenamente la individualidad literaria del autor; y esta individualidad es tan digna de ser plenamente conocida que no puede menos que aplaudirse el plan de la obra que la refleja.

José Enrique Rodó.

(Uruguay.)

Rufino es un poeta genial y originalísimo, un literato que cincela la prosa, y una de las más bellas esperanzas de Venezuela.

(Plumas.—Puerto Rico.)

Aun conservo fresco el recuerdo de aquel día en que Rufino Blanco y yo anduvimos por primera vez juntos en la capital del mundo civilizado. Fue la víspera de entrar el Czar: la plaza de la gran ópera estaba obstruída, cerrada, amurallada de hombres, de mujeres, de vehículos de todas clases, y nosotros teníamos, por fuerza, que atravesarla. Una oleada de gente nos llevó al lado opuesto y entonces mi compañero, enfurecido como buen venezolano, me gritó:

Vamos á abrirnos paso á palos por entre estos canallas, ¿quieres?

Dos ó tres de la compacta muchedumbre lo miraron fijamente y se rieron. Creían que era un artista loco.

Tal es Rufino Blanco: un poeta original, un artista, con un carácter irrefrenable.

Miguel Eduardo Pardo.