En lo alto de una roca estaba posada un águila, tratando de cazar liebres. Un hombre, disparándole con un arco, la hirió y la flecha penetró hasta dentro, pero la muesca con las plumas quedó ante sus ojos. El águila, cuando la vio, dijo: «Para mí es otro dolor el morir por mis plumas».

El aguijón del dolor es más terrible cuando el peligro parte de uno mismo.