Un avaro que había conver do en dinero toda su hacienda y había adquirido un lingote de oro lo enterró en un lugar (y al empo sepultó allí su propia alma y su mente) e iba allí todos los días a mirarlo. Un trabajador que le había observado de cerca y había comprendido lo que pasaba desenterró el lingote y se lo llevó. Cuando el otro volvió y vio el lugar vacío, comenzó a lamentarse y mesarse los cabellos. Uno, al ver cómo se lamentaba y enterarse de la causa, dijo: «¡Eh tú!, no te desanimes así, pues, cuando lo tenías, tampoco tenías el oro. Así pues, coge una piedra en vez de oro, ponla y piensa que enes el oro, pues te colmará del mismo provecho; porque, según veo, cuando estaba el oro, tampoco hacías uso de su posesión».

La fábula muestra que la posesión no es nada, si con ella no va el uso.