Había una vez un barco enorme y hermoso llamado Titanic. Era tan grande como un rascacielos y tan largo como cuatro campos de fútbol. El Titanic fue construido para ser el barco más lujoso y seguro de todos los tiempos. Tenía salones elegantes, lujosas habitaciones y hasta una piscina cubierta.
La gente estaba muy emocionada por embarcarse en el Titanic. Había personas de todo el mundo, algunas iban de vacaciones, otras buscaban una nueva vida en América. La música de una orquesta flotaba por el aire mientras los pasajeros subían a bordo. La orquesta tocaba canciones alegres mientras la gente bailaba y se divertía.
La noche en que el Titanic zarpó era fresca y clara. La luna brillaba en el cielo y los pasajeros estaban felices. Había fuegos artificiales que iluminaban la oscuridad, creando colores brillantes que se reflejaban en el agua.
Pero entonces, algo terrible sucedió. El Titanic chocó contra un iceberg gigante que se escondía en el océano. El choque hizo temblar todo el barco y la gente comenzó a entrar en pánico. Se escucharon pedidos de ayuda por todas partes mientras el agua comenzaba a entrar en el barco.
Hubo confusión y caos mientras la tripulación intentaba organizar a los pasajeros. Pero pronto quedó claro que no había suficientes botes salvavidas para todos. Algunos botes se llenaron rápidamente y partieron, dejando atrás a muchas personas.
La orquesta siguió tocando música tranquilizadora para calmar a los pasajeros, incluso cuando el agua subía y el barco se hundía lentamente. La gente se aferraba a cualquier cosa que pudiera flotar, tratando desesperadamente de mantenerse a salvo.
Finalmente, el Titanic se hundió por completo en las frías aguas del Atlántico Norte. Fue una tragedia terrible. Muchas vidas se perdieron esa noche debido a la falta de botes salvavidas y la rapidez con la que el barco se hundió.
Pero la historia del Titanic nos recuerda la importancia de la seguridad en el mar y cómo incluso los barcos más grandes y lujosos pueden estar en peligro.