Un ladrón entró en casa de un apicultor mientras este estaba ausente y le sustrajo la miel y los panales. Al regresar y ver vacías las colmenas, se detuvo a examinarlas. Las abejas, que volvían de libar, al sorprenderlo, lo golpearon con sus aguijones y lo maltrataron de un modo terrible. Y aquel les dijo: «Malditos bichos, dejasteis ir indemne al que os robó los panales y a mí, que cuido de vosotras, me golpeáis terriblemente».

Así, algunos hombres que no se guardan de sus enemigos por desconocimiento, a los amigos los expulsan por insidiosos.