Un caminante que recorría un largo camino prome ó, si encontraba algo, darle a Hermes la mitad de ello. Al hallar una alforja en la que había almendras y dá les, la cogió pensando que había dinero. La sacudió, vio lo que había dentro, se lo comió y, cogiendo las cascaras de las almendras y los huesos de los dá les, los puso sobre un altar diciendo: «Recibe, Hermes, la promesa, pues te he dejado lo de dentro y lo de fuera de lo que encontré».
La fábula es oportuna para un avaro que, por ambición, trata de engañar con argucias incluso a los dioses.