Un águila, aba éndose desde lo alto de una roca, arrebató un cordero, y un grajo que lo había visto, por envidia, quiso imitarla. Y, lanzándose con gran estruendo, se precipitó sobre un carnero. Enredadas sus garras en los mechones de lana, ba a las alas sin poder elevarse, hasta que el pastor, percatado de lo sucedido, echando a correr, lo cogió y, habiéndole cortado la punta de las alas, al caer la tarde, se lo llevó a sus hijos. Al preguntarle estos qué pájaro era, dijo: «Según yo sé con certeza, un grajo; según cree él, un águila».
Así, compe r con los poderosos, además de que no sirve de nada, incluso añade ridículo a las desgracias.