Un burro y un perro caminaban juntos. Encontraron en el suelo una carta sellada, el burro la recogió y, roto el sello y desenrollada, la leyó de modo que el perro pudiera oírle. La carta hablaba casualmente de alimentos, es decir, de heno, cebada y paja. Así pues, el perro se encontraba a disgusto mientras el burro leía eso; y de aquí que le dijera al burro: «Lee un poco más abajo, queridísimo, a ver si encuentras, en otro párrafo, algo sobre carnes y huesos». El burro leyó la carta entera y no encontró nada de lo que el perro buscaba, y de nuevo el perro volvió a decir: «Tírala al suelo porque, amigo, no resulta nada interesante».